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Mónica Maricia es la supervisora de enfermería de Savia Cheste. Su experiencia y su puesto de responsabilidad la convierten en un figura imprescindible dentro del centro. Amabilidad, delicadeza y sensibilidad son algunas de las cualidades que atesora y la vez fundamentales para cuidar a los mayores. Esta es su historia.

¿Cómo es tu día a día? ¿Cómo os organizáis en el trabajo? ¿Cuántas personas están a tu cargo?

Es díficil resumir mi día a día en pocas palabras pero, normalmente por la mañana ayudo a la enfermera a dar la medicación de los desayunos, a la vez que observo ingestas de los residentes. A continuación, me siento delante del ordenador a elaborar las planillas, registros, pautas, etc. También me pongo al día con los correos electrónicos, reuniones, formaciones y si hay algún ingreso asigno su habitación además de planificar sus cuidados diarios. Diariamente trato diferentes temas sobre el estado de los residentes con el médico y la dirección.

Siempre que puedo intento comunicarme al máximo con la enfermera de turno, compartir opiniones, pedir consejos, ver curas con ellas… Una vez a la semana mínimo, echo un vistazo al almacén y organizo un poco el material, revisando caducidades y lo que tengo que pedir en el próximo pedido. Entre mis rutinas, también se encuentra la asistencia a reuniones de equipo.

En Savia Cheste, a mi cargo está el equipo de enfermería, gerocultores y responsables de cuidados, alrededor de 35 personas. Cada profesional tiene sus tareas establecidas, pero no dudamos en ayudarnos los unos a los otros, y sobre todo destacaría la importancia de la comunicación, ya que creo que es uno de nuestros puntos fuertes y un elemento de cohesión interdisciplinar que solo se traduce en mejora de calidad de cuidados para nuestros mayores y en la comunicación transparente con cada familiar.

¿Cómo es tu relación con los residentes?

Una relación cercana, sincera, surgida desde el respeto, no solo vista desde la profesión, del cuidar, sino también del afecto y del cariño. Me gusta pensar que somos una gran familia, pues cuidamos a personas, a personas entrañables que traen consigo un gran bagaje detrás.

Digamos que aprecio a cada residente en su individualidad y realzo sus virtudes o aquello que les hace especiales de manera que también sea un elemento que enriquezca sus relaciones con los demás residentes y/o profesionales. Cada uno de ellos me aporta algo distinto y todo ello se traduce en aprendizaje día a día que aplico en mi trabajo.

¿Qué es lo más importante de tu puesto?

Lo más importante es la responsabilidad traducida en la figura de cohesión y gestión que represento. Soy un elemento de unión entre los profesionales, residentes y familias. Tengo una visión global del funcionamiento del centro, de las responsabilidades de cada profesional, de los circuitos a seguir, además de los conocimientos de mi profesión. Conlleva una gran responsabilidad, pero a la vez una gran satisfacción, cuando después de tanto esfuerzo se evidencian los resultados no solo palpables sino también aquellos que se pueden percibir en una palabra bonita por la mañana, una sonrisa de tus compañeros y sobre todo la conciencia tranquila de dar lo mejor de ti cada día.

¿Qué te llevas a casa después de trabajar?

Creo que lo que más me llevo, además de las preocupaciones y del estrés del día a día, es la carga emocional. Mi profesión va ligada a ella y muchas veces es duro lidiar con ello. Todos aquellos que somos sanitarios o trabajamos con personas lo sabemos. Cada día te enfrentas a algo nuevo y cada día es un reto, es una pequeña burbuja de vida real en tu trabajo y discernir a veces se hace difícil, pero es muy necesario a la vez. Saber cuidar de uno mismo es primordial y al final del día debemos saber que no nos tenemos que cargar demasiado, debemos aprender a gestionar esas emociones, saber drenarlas, porque no podemos cuidar de los demás sino cuidamos de nosotros mismos primero.

¿Qué tres cosas debe tener una persona que trabaja con mayores?

Las cualidades que más destacaría son: la empatía, el respeto y la generosidad.

¿Qué te han enseñado los residentes de la vida?

La voz de la experiencia. Eso lo resume todo. La sabiduría, la paciencia, la fragilidad, pero a la vez la fortaleza que ves reflejada en sus ojos cada vez que te miran. Te enseñan que por muy duro que sea el camino, por muchas adversidades que te ponga la vida por delante siempre vale la pena luchar por aquello que amas, crees y/o defiendes. Todas las arrugas que llevan, con orgullo, sean de felicidad o de tristeza tienen una historia detrás. Ello los convierte en un ejemplo a seguir, en personas a las que soy incapaz de no admirar.