Envejecer es propio de la especie humana. Es un proceso natural y diferente en cada persona, progresivo y cuyo inicio es imperceptible. Es universal.
Me suelen preguntar a cuál edad se empieza a envejecer y si esto puede representar un problema para la población.
Generalmente, las personas comienzan a envejecer a partir de los 25 o 30 años. Como psicóloga y con experiencia en la atención primaria en la salud del adulto mayor, me parece que lo que está causando cuestionamientos y no un problema, es la forma en que aceptamos y/o nos adaptamos a los cambios propios del envejecer, así como opciones de vida diferentes.
Si las personas tuviéramos hábitos saludables (alimentación, descanso, sociabilidad, recreación, objetivos – metas propias y apertura), la cuestión de dependencia no sería una necesidad o problema para la sociedad o instituciones.
Estereotipos hacia la vejez
En mi experiencia, considero que los estereotipos hacia la vejez siguen marcados, desde el adulto hacia sí mismo y de los otros respecto a la vejez, actualmente se están dando e integrando cambios y adaptaciones pero aún tenemos un camino largo por el cual trabajar. Por esta razón, las acciones no solo deben ser desde el aspecto orgánico o médico, si no social, integrativo, de empoderamiento e incluso, artístico.
Este proceso natural de cada ser vivo suele confundirse con síndromes como la demencia.
Debemos saber que la demencia funciona como un conjunto de síntomas que habitualmente se manifiestan unidos y producen una serie de consecuencias en las personas que la padecen de manera progresiva.
Es también importante aprender que los síntomas se clasifican en tres grupos.
Tipos de síntomas de la demencia
Síntomas cognitivos, que afectan las capacidades mentales o intelectuales como la memoria, la atención, la orientación o el lenguaje. Signos psicológicos y conductuales y alteraciones funcionales.
Suele ocurrir que estos síntomas pasan desapercibidos por el entorno familiar por creer que son parte de un envejecimiento normal. Sin embargo, son tan intensos que interfieren con las actividades ordinarias del día y con la calidad de vida de las personas.
A continuación, facilito un breve cuadro en el que te ayudo a identificar las diferencias entre envejecimiento normal y demencia.
Al igual que el envejecimiento, la demencia se puede identificar y para ello te recomiendo estar atento a estos síntomas:
- Cambios de memoria que afectan la vida cotidiana.
- Dificultad para planificar o resolver problemas.
- Dificultad para planificar o desempeñar tareas habituales en casa o en el trabajo, en su tiempo libre.
- Desorientación en tiempo y/o lugar.
- Dificultad para comprender imágenes visuales y relacionar objetos en el entorno.
- Problemas nuevos en el lenguaje oral y escrito.
- Colocar objetos fuera de su lugar habitual y ser incapaces de recuperarlos.
- Disminución o falta de juicio para tomar decisiones.
- Pérdida de iniciativa en las actividades sociales.
- Cambios en el humor o en la personalidad.
Si te preguntas si la demencia puede tratarse, la respuesta es sí. El método es a través del tratamiento no farmacológico con previa valoración del especialista para conocer el estado cognitivo, psicológico-conductual y funcional de la persona, además de trabajar simultáneamente con la familia.
Muchas personas preguntan si existe predisposición genética o ambiental para desarrollar la demencia. Hay que saber que existen más de un centenar de enfermedades que entre sus consecuencias tienen asociado el síndrome de esta.
Por ahora nos enfocaremos en dividir las demencias neurodegenerativas primarias, demencias secundarias y mixtas.
¿Qué puedo hacer si tengo un familiar con demencia?
Como especialista debemos ir descartando diagnósticos posibles hasta llegar al acertado ante este tipo de enfermedad. Algo que puede demandar tiempo.
Por ello, entre mis recomendaciones está acudir a un especialista cuanto antes, ya sea geriatra, psiquiatra, neurólogo o neuropsicólogo.
Como paciente o su familiar, el primer paso será comentarle estos pequeños o grandes cambios a nuestro médico de cabecera.
La familia es importante pues pasa por un proceso de duelo, trabajo continuo y un reconocimiento hacia su ser querido.
“La demencia es una enfermedad que afecta el cerebro del paciente y el corazón de toda la familia”. Dr. Pepe Valencia
Debido al fácil acceso a la información suman muchos artículos y opiniones respecto a cómo prevenir la demencia, sobre todo de tipo Alzheimer. Sin embargo, considero que tratar de llevar una vida un tanto equilibrada es el mejor remedio.
Debemos alimentarnos de forma balanceada. A pesar de las prisas y demandas laborales, siempre habrá tiempo de preparar algo saludable o comer al menos a la misma hora. Tener un verdadero descanso reparador y movernos por lo menos 10 minutos al día. Identificar aspectos emocionales y psicológicos negativos, es decir, que no me permitan sentirme libre, por tanto, no guardar experiencias fuertes de nuestra vida sino aprehender a reconocer, darle salida de forma asertiva y sobre todo, si no nos sentimos capaces de hacerlo solos, busquemos ayuda.
Tener actividades de ocio, relaciones sociales y no dejar de usar nuestras funciones intelectuales al sustituirlas por la tecnología.
Por último, también les recomiendo escapar un día para hacer algo diferente.
Diagnósticos en aumento
Una de las preocupaciones de los especialistas es que lamentablemente las cifras de personas diagnosticadas con algún tipo de demencia, ha ido en aumento.
Estadísticamente se habla de un incremento por múltiples factores, sociales, psicológicos, médicos y/o hábitos. No necesariamente es por el alargamiento de la vida.
Por ello, si no comenzamos a integrar acciones de información, capacitación y tratamientos, me parece que sí, la demencia puede llegar a ser un problema.
Debo reiterar que no solo es la persona que padece demencia la que sufre, también su núcleo cercano. Este círculo requerirá apoyo y será imprescindible que quienes lo brinden conozcan sobre la enfermedad, sus cuidados, comunicación y estimulación.
En este punto, la ayuda psicológica que brinda el psicogerontólogo o neuropsicólogo, podrá apoyar en el proceso de valoración de las funciones intelectuales, psicológicas-conductuales y funcionales del paciente.
También podrá brindar asesoría a la familia para tener herramientas de comunicación. Asimismo, serán respondidas las preguntas más frecuentes:
¿Qué hacer en casa para mi familiar?, ¿cuáles actividades son buenas?, ¿cómo mejorar la calidad de vida de mi ser querido y la de mi familia?, ¿a dónde puedo acudir en caso de?
El psicogerontólogo o neuropsicólogo también apoyará con sesiones de estimulación cognitiva. Por lo tanto, el objetivo será trabajar sobre las funciones con mayor deterioro y mantenerlas el mayor tiempo posible.