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Los centro residenciales son hoy en día parte importante en la atención de los mayores, especialmente entre aquellos que presentan alta dependencia. En algunos casos y por diversas circunstancias la provisión de cuidados que necesitan algunos mayores se realiza en estos centros. No debemos olvidarnos sin embargo, que debe ser un objetivo prioritario desde enfoques sociales o sanitarios facilitar la permanencia de los mayores en sus domicilios, en el seno de sus familias y su entorno, siendo la alternativa residencial necesaria cuando esto no sea posible.

¿Qué son las residencias de Tercera Edad?

La definición que dio el INSERSO de las residencias se refería a ellas como centros que ofrecen atención integral y vivienda permanente a personas mayores de 60 años que, por su problemática familiar, social y/o económica, no pueden ser atendidos en sus propios domicilios y necesitan de estos servicios.

Las residencias hoy en día son centros donde se atienden necesidades sociales, sanitarias y de cuidados a numerosos ancianos, que por diversas circunstancias, fundamentalmente soledad o pérdida de autonomía, precisan de asegurar dichos cuidados fuera del domicilio. Dicha atención se presta en ocasiones de forma temporal o de forma permanente hasta el final de la vida del residente.

En dichos centros los cuidados son proporcionados por parte de un grupo cada vez más amplio y diverso de profesionales, teniendo cada vez más un enfoque no estrictamente custodial del anciano. Hoy en día nuestras residencias, muy diferentes de los antiguos asilos de ancianos, deben basarse en la atención no sólo de las necesidades de cuidados básicos, alojamiento y hostelería del residente sino en la promoción de su autonomía, dignidad y desarrollo personal.

¿Por qué son necesarias las residencias?

En las últimas décadas hemos asistido a un aumento considerable en el número de residencias y en su capacidad de oferta de plazas, tanto desde la vertiente pública como desde la iniciativa privada. Sin embargo y a pesar de este aumento de la oferta, aún existe un desajuste respecto a las necesidades para dar cobertura a una creciente demanda social.

Son varios los factores que han contribuido, en mayor o menor medida a este cambio:

En primer lugar, el envejecimiento de la población que, como se ha comentado en otros capítulos de esta serie, ha supuesto un incremento considerable en términos absolutos y relativos de los mayores de 65 años. Dentro de este cambio demográfico, respecto al tema que estamos tratando, tiene especial interés el llamado envejecimiento del envejecimiento. Este término alude a la creciente proporción de los mayores de 80 años respecto al conjunto de la población envejecida. Es en este grupo de edad donde son más frecuentes las enfermedades que producen incapacidad y por tanto dependencia. Esta dependencia es un factor que puede llevar al anciano a recibir cuidados en una residencia, cuando no existe suficiente apoyo familiar o social para dar soporte en el domicilio.

Otro factor fundamental es el referido a los cambios sociales producido en el seno de la familia. Los llamados cuidados informales proporcionados a nuestros mayores dependientes, aún hoy en día son fundamentalmente dados en las familias por las mujeres. De hecho el prototipo de cuidador del anciano dependiente en nuestro país responde al de una mujer, generalmente hija, en torno a los cincuenta años, ama de casa y con un nivel cultural bajo. Llama la atención la escasa proporción de casos, uno de cada diez, donde el cuidador principal es un varón. Es evidente que los cambios en el rol de la mujer en la sociedad y su incorporación al mundo laboral, esta suponiendo una paulatina disminución de este prototipo de cuidados poniendo en crisis este modelo tradicional.

Sin embargo los cambios en el seno de la familia tradicional no solo afectan a las mujeres. El modelo de familia tradicional también está cambiando con familias de menor tamaño o monoparentales o con mayor separación geográfica entre generaciones. Además existe cada vez más un sentimiento de reclamación hacia los poderes públicos, para que se proporcionen estos cuidados en instituciones cuando tradicionalmente eran dados en la familia.

En último lugar, es de reseñar que existe aún un insuficiente desarrollo tanto desde el punto de vista social como sanitario de elementos de apoyo que reduzcan esta necesidad. Son insuficientes aún los recursos sociales alternativos de apoyo a los cuidadores o al anciano con diversos grados de dependencia, que permitan que este permanezca en su domicilio y se reduzca la necesidad a acudir a una residencia salvo en casos inevitables. Además desde el punto de vista sanitario existe un insuficiente desarrollo de la medicina geriátrica y de recursos asistenciales para prevenir o paliar la incapacidad.

¿Qué necesidades deben cubrir las residencias?

Planteamos de forma genérica las tendencias actuales de atención en medio residencial de una manera ideal, teniendo en cuenta la gran heterogeneidad de estos centros en cuanto a dotación y medios. Hoy en día las residencias son centros donde se tiende a ofrecer servicios de atención integral a sus residentes, por encima de aspectos reducidos a un mantenimiento de los cuidados básicos, alojamiento y hostelería.

Debemos comenzar hablando de las necesarias adaptaciones arquitectónicas a las limitaciones físicas y cognitivas de algunos ancianos. Estas modificaciones deben proporcionar seguridad física y evitar restricciones a la autonomía de los residentes. Se debe conseguir la máxima  accesibilidad a los diferentes entornos. Las modificaciones ambientales deben también favorecer la orientación personal y finalmente facilitar los cuidados y la labor del personal que proporciona los cuidados.

La promoción y el mantenimiento de la autonomía física del anciano dentro de la residencia, la detección y seguimiento de necesidades médicas, la intervención psicosocial sobre el residente y sus familias junto con la oferta de actividades que favorezcan la socialización y esparcimiento de sus habitantes son los puntos de intervención que progresivamente se van implantando en estos centros. Muchas residencias están dotadas hoy en día de diferentes profesionales que desde las perspectivas, entre otras, de la medicina, enfermería, fisioterapia y terapia ocupacional, psicología y asistencia social. Todos ellos colaboran de manera conjunta y coordinada en proporcionar estos cuidados complementarios junto con el personal auxiliar de atención directa al residente.

Aunque en menor medida, también es relativamente importante una adecuada decoración del entorno en el que se encuentran sus residente. Debe buscarse un entorno alegre y relajado, que permita una convivencia agradable y placentecera. En ocasiones esto no se tiene en cuenta en la medida en la que sería adecuada.

¿Son necesarias más residencias?

Sin duda, en este momento parece existir un déficit de plazas residenciales si tenemos en cuenta los ratios de plazas disponibles en España, comparados con los parámetros de otros países europeos y desarrollados. La oferta disponible, según los últimos datos, se acerca a las 190.000 plazas que suponen 2,98 plazas por cada 100 mayores de 65 años. En los países de nuestro entorno económico, la media de plazas por cada 100 personas mayores de 65 es de 5,1.

Tenemos por tanto, en nuestro país, una población anciana que vive mayoritariamente en su domicilio y sólo en torno a un 3% de los mayores de 65 años reside en centros institucionales. Existe además una creciente demanda de este recurso, del que nuestro país esta menor dotado con respecto a otros países de su entorno económico. Existen además amplias diferencias geográficas, según las diferentes comunidades autónomas, en la accesibilidad a este recurso.

Aunque es cierto que hacen falta más plazas en residencias, no es menos cierto que es necesario un mayor desarrollo de otras iniciativas y alternativas que hagan frente a la necesidad de cuidados del anciano dependiente como se ha comentado anteriormente.

Además dentro de las plazas residenciales existentes, en contra de las necesidades actuales, muchas de ellas se crearon para ancianos válidos que buscaban seguridad dentro de los centros, frente a la incertidumbre de la vejez. Dicha incertidumbre, con el suficiente apoyo familiar o social permitiría el mantenimiento del anciano en su domicilio.

Si bien todavía aparecen en los medios de comunicación, esporádicamente y de manera excepcional, noticias sobre centros semiclandestinos donde no se ofrece una atención digna a los mayores, la realidad actual es otra. La gran mayoría de nuestras residencias dentro del sector público y también en el sector privado, que es sometido a la regulación de las administraciones, se encuentran en los estándares de ofrecer una atención de calidad al residente.

Gracias a la evolución que han tenido en los últimos años esta alternativa residencial, como hemos comentado necesaria en ocasiones para asegurar los cuidados del mayor, es necesario incluirla entre los dispositivos que debe proporcionar una sociedad en la atención a la tercera edad.