Residencias Tercera Edad Vivir SIN soledad.
Afloran potentes evidencias de que la soledad aumenta el riesgo de mortalidad. Su magnitud supera los principales indicadores habituales de salud, no tratándose de un tema que afecte solo a la Tercera Edad, sino que recae sobre el conjunto de la sociedad. En los Estados Unidos, donde una cuarta parte de la ciudadanía vive sola, la Asociación Americana de Psicología sostiene que existe una probada conexión entre soledad y muerte prematura. Tal vez por ello se acabe de convertir también en un asunto de Estado para la primera ministra del Reino Unido, Theresa May, que ha creado un Ministerio específico para abordar una gravísima problemática que sufren más de nueve millones de británicos de todas las edades, de los que dos superan los 75 años.
Nuestro país tampoco permanece al margen de esta dolorosa tragedia contemporánea. En España viven solos más de un millón de compatriotas que han alcanzado la edad prevista para la jubilación, y centenares de miles pasan días y días sin hablar con nadie. ¿Quién no ha leído o visionado noticias sobre individuos que permanecen en sus domicilios largas temporadas después de haber fallecido sin que nadie haya notado su ausencia?
Hemos llegado a un extremo en el que los gobernantes deben hacer frente con rigor a esta lacra, tan extendida como silenciosa. Dentro de sus responsabilidades figura sin duda la de velar por una sanidad integral de los ciudadanos, lo que requiere la puesta en marcha de políticas activas de promoción de la salud, incluidas las que potencien el apoyo social, las actividades de ocio, las relaciones interpersonales y la comunicación. Porque si vivir en soledad es lamentable, morir de soledad es inadmisible.
Las Residencias de la Tercera Edad de la actualidad, son un antídoto inequívoco contra la soledad, una solución óptima que revierte la soledad en actividad y compañía.