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Por Juan Ramon Debon Aucejo. Médico Savia Quartell.

La hipoacusia es uno de los trastornos sensitivos mas frecuentes en los seres humanos y puede presentarse a cualquier edad. Casi el 10% de la población adulta tiene cierta hipoacusia (disminución de la audición) y un tercio de las personas mayores de 65 años tienen una pérdida suficiente para sugerir un auxiliar auditivo.

Algunos de los daños que se pueden presentar, según la zona y el tipo de lesión son: la infección viral del oído interno, una apoplejía, hipoacusia (localización deficiente de sonidos y dificultad para escuchar con claridad cuando hay ruido de fondo), una progresión gradual del defecto auditivo, hipoacusia incluida por ruido, tumores vestibulares, vértigo episódico, acúfenos (percepción de un sonido cuando este no existe en el ambiente) y plenitud auricular.

La pérdida de audición conlleva una serie de consecuencias que disminuyen considerablemente la calidad de vida de las personas que lo padecen. La hipoacusia provoca una limitación de la capacidad de las personas para comunicarse que a su vez favorece el aislamiento social (pérdida de contacto con su entorno más próximo), la frustración al no sentirse comprendidos, tristeza, irritabilidad, etc.

Del mismo modo, está comprobado que los problemas de audición moderados y severos tienen consecuencias a nivel cognitivo puesto que desciende la estimulación cerebral en un alto porcentaje, acelerando el envejecimiento cerebral y siendo un factor añadido para el desarrollo del deterioro cognitivo.

Para dar respuesta a esta problemática, desde los centros residenciales SAVIA realizamos diferentes actuaciones que implican a todos los profesionales del centro:

  • El área médica realiza una exploración que debe incluir el pabellón auditivo, el conducto auditivo externo y membrana timpánica, efectuando también las pruebas de Rinne y de Weber.
  • El equipo de profesionales del centro trabaja para que las personas tengan una buena adaptación, valorando la situación de cada uno para poner las medidas necesarias para una buena integración y una correcta convivencia, dando mucha importancia a las relaciones sociales.
  • Para favorecer la comunicación de estas personas, es importante reducir el ruido innecesario en el ambiente (por ejemplo: radio o televisión).
  • La comprensión del habla mejora con la lectura de labios; por lo tanto, el residente con dificultad auditiva debe sentarse de manera que la cara del orador quede bien iluminada y sea fácil de ver.
  • Aunque el habla debe hacerse en voz clara y fuerte, hay que tener presente que en las pérdidas auditivas sensoriales en general y en los ancianos con hipoacusia en particular el reclutamiento (percepción anormal de sonidos fuertes) puede ser problemático.
  • No es posible la comunicación óptima sin que todas las partes pongan su atención integra y total.

 

Por Juan Ramon Debon Aucejo. Médico Savia Quartell.